Este año elegí la isla griega de Rodas como lugar para pasar mis vacaciones de verano. Como algunos de vosotros ya sabéis por posts anteriores en este blog, me encanta Grecia pero especialmente sus islas. Me parece que lo tienen todo a favor: buen clima, lugares idílicos, gente amable, buena comida y además está relativamente cerca de España.
Para mi tercera visita al país elegí esta isla que dista solo 20 kilómetros de Turquía. Rodas tiene muchos pueblitos y ciudades bonitas para ver y es muy cómoda de recorrer puesto que es bastante pequeña. Tanto, que solo lleva dos horas de coche llegar del norte al sur. La ciudad principal, que recibe el mismo nombre que la isla, es famosa porque es allí, en su puerto, donde se cree que una vez se levantó El Coloso. Es una capital preciosa, pero para mis vacaciones buscaba un lugar más «extraordinario» y más característico. Gracias al consejo de una alumna, que vivió tres años en la isla, elegí la segunda ciudad en importancia: Lindos.
Si bien Lindos se llena durante el día de turistas procedentes de la capital que van a visitar la Acrópolis en lo alto de una colina, a partir de primera hora de la tarde se vacía bastante y uno siente que el lugar es más suyo, mientras recorre las estrechas callejuelas y se pierde en ellas. Además solo por la playa de St Paul Bay, fijar la estancia en Lindos ya merece la pena. Durante mi tiempo en la isla fui a varias playas pero todas tenían algo que envidiarle.
Además de Rodas ciudad y Lindos, descubrí otros lugares como el Valle de las Mariposas o la zona de Monolithos pero también llamó mi atención una antigua fábrica de aceite de oliva en Archangelos.
Ya se sabe que en Grecia se produce un excelente aceite de oliva de alta calidad (terminé de darme cuenta de ello cuando visité la isla de Creta e hice un curso de cocina en una granja) así que cuando descubrí que se podía visitar esta fábrica no me lo pensé dos veces.
Está localizada en la carretera principal de la isla (la que va de Rodas ciudad a Lindos y continúa hacia el sur) y tiene algunas máquinas que usan desde hace cien años. Pudimos incluso realizar una cata de cuatro aceites de oliva virgen extra diferentes que producen allí, uno de los cuales ha ganado un premio por sus características organolépticas. Sobra decir que ese fue el que más me gustó y creo que el reconocimiento que les han dado está más que justificado. Durante la cata también pudimos disfrutar de sus aceitunas, de tapenade griego y del pan tradicional que ellos mismos hacen. Y en su pequeña tienda pude adquirir el té de montaña tan típico del país.
Uno de los momentos que más disfruté fue el escuchar la historia del aceite de oliva en el mundo y en Grecia en particular. Por ejemplo, ¿sabíais que el 60 por ciento del suelo griego está dedicado a plantaciones de olivos? ¿O que en los juegos olímpicos de la antigua Grecia los atletas se embadurnaban con aceite de oliva? Para los griegos es muy importante entre otras cosas porque consideran que formó parte en la fundación del país. Pero hay que retroceder en el tiempo para encontrar los orígenes de este preciado árbol.
Hace seis mil años los egipcios atribuían a la Diosa Isis el mérito de enseñar a cultivar olivos que consideraban como sagrados. En Egipto se empleaba el aceite para iluminar templos o perfumar baños y con las ramas del olivo hacían coronas que colocaban sobre las momias.
Pero los datos más antiguos sobre su procedencia datan hoy en día de la región de Mesopotamia (Siria e Irán) y desde aquí se cree que se extendió a otros lugares como Palestina, Israel, Asia Menor y Líbano, antes de llegar a Europa.
Más tarde los romanos lo difundirían por su imperio pero fueron los árabes los que terminaron desarrollando el cultivo de este árbol en España, especialmente en Andalucía. Los primeros, lo consideraban un producto de belleza solo al alcance de las clases altas y en la cultura árabe su repercusión en la historia del olivo es tan importante que la propia palabra en español, «aceite», proviene de su idioma (az-zait) que significa «jugo de oliva».
Sea como fuere está claro que el aceite de oliva juega hoy un importante rol en la gastronomía mediterránea y que no falta en ninguna cocina española. En Grecia además está muy presente en su día a día, tanto que cuando se casan, la familia suele regalar olivos a los novios.